EXABRUPTO
Como la hoja en blanco sobre la que imprimo estas
letras es mi día a día. Realmente así es el de todos nosotros, el de todos los
humanos. No sabemos cuántas líneas escribiremos y ni siquiera si podremos poner
punto final o nos quedará alguna palabra a medio escribir y alguna frase sin
completar.
Nada nuevo bajo el sol de la existencia.
Pero tampoco nada nuevo bajo el sol de la resistencia,
de la obcecación, de la tenacidad. Seguimos queriendo llenar de letras nuestra
página y además queremos que esas letras tengan sentido, que nuestra existencia
pueda ser leída y entendida porque nace de la lectura de otras páginas, de
otras existencias. Somos trasmisores de experiencias y de vidas, somos
imprescindibles cronistas de nuestro tiempo y del de otros.
Somos necesarios.
Tengo que decírmelo muy a menudo, porque el desaliento
me inunda con demasiada frecuencia azuzado por la cruel matemática de los
números rojos.
¡Mira, otra cosa más que compartir!, el rojo.
Rojo como el de la sangre, como el de las banderas,
como el de las amapolas y el vino, como
el de la garganta irritada de indignación y la frente colérica por la falta de
sentido común. También el rojo de los labios que prometen abrazos y el del hilo de la vida, porque el hilo de
la vida que nos une a todos también es rojo y cortarlo sólo consigue que
secándose pierda su color y se torne negro.
Por favor, ¡PERSPECTIVA!. Orwell sólo se equivocó en
la fecha, no fue en 1984, es ahora. Y como en su novela, nos enfrentamos a una
época alienadora, revisionista y que culpabiliza la simple existencia sin asomo
de sonrojo.
Si formaste parte del sistema y te lo creíste, eres
culpable de falta de previsión, de falta de criterio y de haber vivido mejor de
lo que “tu clase” puede permitirse. Y si estuviste en contra y quisiste estar
al margen…., antisistema, antisocial, inadaptado, parásito o incluso terrorista
será lo más agradable que puedas oír.
No pretendo hacer teatro para ser más político, quiero
hacer teatro para ser más humano y con toda esta “poesía” anterior sólo quiero
dibujar mi estado de ánimo, resistiéndome a la resignación y confiando en conseguirlo.
Desde aquí, desde el centro de la meseta, hemos dejado
de sentirnos en una tierra sin límites en el horizonte para descubrir que
cualquier horizonte está para nosotros muy lejano.
Una gran extensión, a veces un gran desierto, poca
población y además envejecida y prejuiciada. Políticos que eluden su
responsabilidad invitándonos a “proyectarnos más allá de nuestra tierra porque
no somos de Castilla y León, somos de Europa”. Graciosa parrafada cuando ya
resulta casi imposible llegar simplemente
a Soria.
En esta tierra somos pocos, pero somos buenos, muy
buenos y reconocidos allá donde vamos. Sin embargo sufrimos históricamente lo
que en México definen con el termino “MALINCHISMO” (Actitud de quien muestra apego a lo
extranjero con menosprecio de lo propio), lo que en las circunstancias actuales
hace aun más difícil nuestra existencia, rodeados como estamos de prejuicios
catetos y un dicharachero populismo que convierte la cultura en un bien de
escaso valor social y productivo. Un discurso que cala muy bien en una
población dispersa y sin relevo generacional.
Creo que este
dibujo es perfectamente trasladable a otras Comunidades, sin olvidar a las que
se han vuelto especialmente proteccionistas o a las que carecen de recursos.
La visibilidad de
nuestro teatro, sigue siendo nula. Los “Max”, los “menox” y los de “max allá”
sólo contribuyen a destacar lo mismo y desde los mismos lugares, y no menosprecio
en absoluto ningún trabajo, me limito a constatar el escaso margen con el que
contamos para poder reivindicarnos con dignidad.
Ahora, después de
lustros de mal uso de la taquilla, de erróneas políticas del “casi gratis” y de
paternalismo mal entendido con el público, nos encontramos con una inmensa red
de infraestructuras para la exhibición teatral condenada al deterioro y la
infrautilización. Nos encontramos con propuestas peregrinas que prefieren el
relumbrón de un día al más tímido brillo de una temporada, aunque esto último
garantice la existencia de toda la profesión.
Tenemos, lo hemos
demostrado, inteligencia, tesón e imaginación. Sólo necesitamos un poco de
atención para que se escuchen nuestras propuestas. Somos los primeros
interesados porque nos va la vida en ello. Hemos viajado, hemos compartido y vivido en otros países donde las
cosas se hacen mal y donde se hacen bien. Hemos aprendido, sabemos distinguir,
NOSOTROS SÍ SABEMOS DE LO QUE HABLAMOS.
Acepto, no sin
indignación, que hay que empezar de nuevo. Acepto, no sin indignación, que no
hay recursos, que nos han robado y no puedo decir nada. Pero no estoy dispuesto
a permitir que se cometan los mismos errores, que no se valore el talento y que
la cultura, El TEATRO, sea mercancía prescindible.
Me niego a creer
que mis brazos no producen y que no contribuyo con mi esfuerzo al bienestar
social. Me niego al “pan y circo” y al reduccionismo cicatero que obliga a
elegir entre pensar y comer.
Si como sociedad
no construimos una identidad nos convertimos en masa y entonces Orwell, cuando
juntó letras sobre un folio en blanco, no hizo una novela sino una profecía.
¿Bienvenidos a
1984?.
Javier Esteban.